¿Enseña qué?

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Enseña Chile. A qué te dedicas, me pregunta la vendedora de seguros. A enseñar, respondo. Entonces, ¿eres  profesor?, dispara (como si la conclusión fuera obvia, 1+1=2). No, le digo, porque no estudié pedagogía. Tampoco hago clases. En cambio, me dediqué a estudiar la madre de todas las ciencias –sin ser una de ellas- y luego pasé al oficio más despreciable y despreciado: el de periodista. Seguro, Mónica –así se llama la “ejecutiva” de ventas- se pasa el rollo completo y piensa mientras sonríe por costumbre: este tipo se pregunta tonteras y luego se las pregunta a los demás. Un cero a la izquierda solucionando y ciento por ciento dedicado a complicarse la vida. Sí, le respondo. Todo eso y mucho más.

Cuéntame, sigue Mónica, qué esto de Enseña Chile. Parto precisando que no es mi empleador y no firmará mis liquidaciones de sueldo. Es, digamos (muletilla que anticipa explicación complicada), un mediador que piensa. Cómo así. Piensa porque tiene claro cuál es el problema y su solución; y mediador porque une a tipos como yo que quieren enseñar –así de simple-, y colegios dispuestos a probar una salida intermedia al lío éste de la educación. Una salida alternativa. Un factor diferente. Una varilla que se cuela y se mete en los engranajes. Una bomba de ruido.

Luego, te contrata un colegio. Así es, respondo. Trabajo como cualquier profesor, haciendo la pega que todo profesor hace: impactar en la sala de clases. Porque de algo estoy seguro: buenos y malos profesores siempre impactan. Los malos, hacen que sus estudiantes odien la materia. Los buenos, no tanto que la amen (hay, por cierto, honrosas excepciones) pero que sí la encuentren lógica y necesaria. Incluyendo, también, a la Filosofía. ¿Cuándo algo ajeno se vuelve necesario? Precisamente cuando hay hambre  de eso algo. Quiero ser, le digo a Mónica, un “hacedor de apetito”. 

1 comentarios:

Gabriel dijo...

La primera palabra que añadiré a este espacio es "éxito". Es una noble responsabilidad.

Un abrazo Víctor,

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